FÁBRICAS DE “INDIANES”
Como varios de los asistentes a el recorrido por las Fábricas de
“indianes” no habían asistido el jueves anterior a la exposición, tuvimos que
repetir los demás, pues difícilmente se
puede entender una cosa sin la otra, o si se entiende, será parcialmente.
Algunos pensábamos que nos resultaría pesado el repetir, pero cuando las
cosas están bien hechas, pasa como esas obras de teatro, películas, libros, o
canciones, que uno no se cansa nunca de repetir.
Pero la persona que nos acompañó el segundo día, creo que (habiéndolo
hecho la anterior muy bien) le añadió una serie de matices que nos hicieron
revivir con más nitidez, las condiciones tan duras por las que tenían que pasar
las personas que trabajaban en esas fábricas para ganarse la vida, o mejor
dicho acelerar su muerte, pues los métodos de trabajo en aquella época eran
realmente inhumanos.
Uno de los asistentes le propuso al guía, que nos explicase un poco sobre
la historia del recinto donde estaba ubicada la exposición, “el Saló del
Tinell”, lo que hizo muy gustosamente y sirvió para ilustrarnos sobre la
intensa y extensa vida del mismo.
Terminada la visita introductoria, salimos a la calle para visitar los
lugares donde aún se conservan parte de las estructuras de lo que en su día
fueron las fábricas de “indianes”, origen de la industrialización en Cataluña,
y por ende en España, situadas en el barrio de San “Pere”.
Es un barrio que aún conservan bastantes infraestructuras de la época
medieval y anterior, principalmente su trazado callejero. Pero también es una
de las zonas que más ha sufrido los embates de la transformación urbanística y
de otro tipo, para adaptarlo a las circunstancias o intereses de cada momento.
Una de las amputaciones más traumáticas que sufrió fue, la destrucción de
casi un tercio del barrio para instalar la ciudadela militar después de la
guerra de sucesión y así poder controlar la ciudad “manu militari”, expulsando
a los residentes de sus hogares sin indemnización. Otra fue a raíz del derribo
de la muralla, después, la abertura de la vía Layetana, pero la última, que
todavía está en marcha, está dejando el barrio en su parte interior casi
irreconocible, desapareciendo con ello una parte importante de la historia de
nuestra querida ciudad, convirtiendo esa zona prácticamente en un parque
temático, pues están proliferando como setas, los hoteles, apartamentos
turísticos y toda clase de negocios enfocados a satisfacer a los visitantes
foráneos.
Por eso uno de los visitantes que nos acompañaba, pudo constatar, porque
vivió en la zona sus años jóvenes, como habían desaparecido, muchos de los
lugares que habían sido protagonistas directos de sus vivencias, al tiempo que
asentía cuando el guía nos explicaba los detalles particulares de cada lugar
que visitábamos.
Una de las antiguas fábricas está hoy reconvertida en un hotel de lujo,
lo que pudimos constatar con nuestros propios ojos, lo que nos llevó a pensar
en la diferencia de vivencias que se pueden desarrollar en un mismo recinto,
que contraste tan brutal la vida de los antiguos trabajadores textiles con la
de los inquilinos de hoy, yo me atrevo a afirmar que ninguno de los presentes
cambiaría la de entonces por la de ahora.
Otra de las fábricas que visitamos está reconvertida en viviendas, con un
patio interior a modo de jardín botánico con unas pasarelas, “corredores”, para
acceder a cada vivienda desde patio tan singular.
En alguna solo pudimos ver algún vestigio, que a simple vista no dice
nada si no tienes el documento que nos proporcionaron en el museo de historia
de la ciudad, el cual indica sobre el plano, donde estaba ubicado el antiguo
recinto fabril.
Llegados a la plaza de San “Pere”, donde estuvo una de las fabricas más
importantes, pues hacia todo el ciclo, desde el cardado del algodón, hasta el
estampado de la tela, pudimos apreciar la suntuosa fachada de la iglesia
consagrada a dicho santo.
Continuamos por “Sant Pere més alt”, uno de los núcleos donde hasta no
hace demasiado tiempo había actividad relacionada con el textil, en una de
ellas su propietario se construyó, anexo a la fábrica, un palacete para su
residencia, hoy reconvertido en viviendas particulares y las caballerizas en
unas oficinas.
Como íbamos tan justos de tiempo no pudimos pararnos ha degustar alguna
de las múltiples tentaciones, sobre todo en pastelería que hay por la zona, de
diferentes partes del mundo.
Durante el trayecto, no se si fue por sugestión de la charla del guía,
que al ver a un grupo de mujeres y niñas originarias de la península del
Indostán, creímos haber viajado en el tiempo, porque iban ataviadas con las
ropas exactamente iguales a las que habíamos visto en la exposición. Fue una
casualidad curiosa.
Según nos acercábamos al final del periplo, vimos la silueta del “Palau
de la Música catalana”, donde nos hubiese gustado poner fin al recorrido con un
buen concierto, pero aún nos quedaban dos visitas, una justo enfrente del
Palau, y la otra en otro lugar de la calle Junqueras, donde también se podía
haber puesto un buen broche de oro, porque en el antiguo lugar que ocupó la
fábrica, existe un restaurante en el que creo que podíamos haber satisfecho
nuestro voraz apetito, pues después de tres horas caminando, seguro que
habríamos dado buena cuenta de alguno de los diferentes y exquisitos platos que
tenían en la carta. Y si además era en una buena compañía, pues “miel sobre
hojuelas”.
Alguien se quedó por la zona, otros se quedaron con las ganas, porque sus
obligaciones los reclamaban en otro lugar, y alguno, por no tener compañía,
porque una buena comida si es en buena compañía, es doble buena.
L'Arboç 27 – 10 – 2012 Yno...
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